{{Miquel Adrover}} No salen habitualmente en la televisión. Tampoco son los payasos más famosos del circo. Sin embargo, cuentan con una audiencia fiel, tierna y con los ojos tristes que les esperan como si fueran los reyes magos. Son los payasos de Sonrisa Médica, que se encargan de llegar al corazón de los niños enfermos para arrancarles la tristeza de sus rostros. Tienen nombres tan chistosos como Enfermero Bartolo, Urgencio Taquicardia, Supervisora Botiquina, Bruno Dos Tres Residente, Doctora Cirereta o Anastesio Positorio. Se encargan de patear semanalmente los hospitales mallorquines, si los recortes de la administración pública se lo permiten. En palabras de Esther Trillo, pediatra de Son Espases: «Los payasos consiguen hacer más humano el hospital».
El personal sanitario destaca la importante labor que realizan con los niños que padecen enfermedades de todo tipo y deben someterse cada día a dolorosas pruebas médicas. Sin embargo, el Govern ha decidido aplicar uno de sus más drásticos recortes (más del 50%) al presupuesto de Sonrisa Médica. Ante esta situación, la ONG decidió que sus payasos –actores, músicos y malabaristas profesionales con formación sanitaria– dejaran de visitar los hospitales de Inca y Manacor y redujeran sus actuaciones en Son Espases y Son Llàtzer. La entidad está consiguiendo mantener su labor humanitaria gracias a las aportaciones de empresas privadas como el grupo hotelero Piñero, Aloha o Endesa. En las últimas semanas se ha llegado a un acuerdo con la empresa de servicios ISS para que los payasos vuelvan a Manacor.
Cada miércoles, a las 8.30 de la mañana, están con las narices puestas, guitarra en mano y una gran dosis de humor en la sala de extracciones de Son Llàtzer. Gemma Palà es Botiquina y Albert Tugores encarna a Bruno Dos Tres. Advierten que Alba, de tres años, llora amargamente cuando los enfermeros acuden con las agujas para extraerle sangre. Los payasos se le acercan sigilosamente, al tiempo que se escuchan los acordes de la guitarra. Las bromas de los payasos consiguen tranquilizar a Alba y la mariposa de trapo que le enseña Botiquina logra arrancar una media sonrisa a la niña. Mientras, los sanitarios ya han hecho su trabajo y han conseguido extraer la sangre necesaria para la analítica de Alba.
«Cambiamos el repertorio de las canciones y muchas de ellas son de creación propia. El payaso debe interactuar e improvisar», explicó Jordi Cumellas, responsable artístico de Sonrisa Médica.
Miquel Carbonell tiene 8 años e ingreso en Son Llàtzer la pasada semana con un virus que le paralizó las piernas. Ahora ya ha conseguido recuperarse casi del todo. Al escuchar el moderado alboroto que originan los payasos al desplazarse por el hospital, Miquel sale corriendo de su habitación con la columna móvil del suero. Quería ver a los payasos. Bruno Dos Tres le dedicó una canción y Botiquina sacó una jeringuilla llena de agua para salpicar a los niños. Fueron los «minutos más divertidos» de Miquel Carbonell durante la última semana.
Antes de visitar a los niños hospitalizados, los payasos se reúnen con los médicos y enfermeras. «Les damos la información básica de cada caso. El nombre del niño, la dolencia y el estado de ánimo», explica la enfermera María Dolores Torres. «Con esta información –prosigue la sanitaria–, ellos consiguen romper el aislamiento del niño en el hospital y facilitan enormemente nuestro trabajo. Son imprescindibles».
La pediatra Esther Trillo, junto con la médico residente Aina Escobar, explicaron alguna de sus experiencias: «Tuvimos un caso complicado de posible meningitis que precisaba una exploración completa. Sin sus canciones o sus bromas no hubiera sido posible que se calmara». Carme Vidal, jefa de servicio de Pediatría de son Llàtzer, define en términos médicos efectos de los payasos cuando están con los niños: «Son como un analgésico natural».
En Son Espases es donde los actores deben vivir las historias más difíciles. Allí se encuentra la unidad de Pediatría Oncológica. Su cometido es lograr eclipsar, durante unos minutos, las consecuencias de los verdaderos dramas humanos que supone para una familia tener un niño con cáncer.
Gemma Palà (Botiquina) relata algunas de sus experiencias como payasa de hospital. «En una ocasión lloré mucho. Entré en la unidad de neonatos y vi a una niña con la fotografía de su madre. La enfermera me comentó que acababa de fallecer su mamá».
Albert Tugores (Bruno Dos Tres) recuerda una anécdota más dulce: «Después de jugar un rato con un niño en el hospital de día, le entregué una foto mía vestido de payaso. A la semana siguiente, la había plastificado para que no se estropeara. Fue un recuerdo muy emocionante».
Las muestras de afecto que arrancan los payasos por los pasillos del hospital son espectaculares. Al igual que la cautela con que actúan cuando entran en contacto con un niño. Gracias a la información que les dan los médicos y enfermeros, pudieron saber que un niño estaba recién operado de apendicitis. Por ello, los payasos se encargaron de montar un número donde el niño no tuviera que reír en exceso para evitar dañar los puntos de la intervención.
Esther Julià lleva a su hija Carla de 18 meses a pasar la revisión rutinaria. Carla hoy tiene sus impresionantes ojos un poco tristes. Sabe que le pueden hacer daño. Botiquina le enseña su flauta de color rosa que combina con los pantalones de la niña. El caracol de trapo de la payasa logra distraer la angustia de Carla y los sanitarios concluyen su trabajo sin que la pequeña haya derramado demasiadas lágrimas.
El director artístico de Sonrisa Médica, Jordi Cumellas, explica que cuentan con 10 payasos y han puesto en marcha un nuevo servicio de «Urgencias». Los llaman para que acudan cuando los sanitarios deben intervenir a un menor muy nervioso.
Sonrisa Médica es una asociación sin ánimo de lucro, pionera en España, declarada de Utilidad Pública por el Ministerio del Interior en 2004 y que desde el año 1994 lleva el humor y la alegría a los hospitales públicos de Mallorca.